- Eficiencia de los embalses y emisión de CO2 en la mira.
Luego de caminar sobre escarpados glaciares, bajar por el caudaloso Baker, participar en un seminario científico internacional, entrevistarse con autoridades y dirigentes sociales, visitar Coyhaique, Cochrane, Caleta Tortel y Chile Chico pesquisando información técnica, y un trabajo de gabinete de varios meses, las estadounidenses Kristen Burrall, Gianna Leandro y Laura Mar, junto a las italianas Elisabetta Natale y Flavia Tauro, bajo la conducción de la investigadora Wendy Pabich (Ph.D del MIT), entregaron sus informes con posibles respuestas. Su meta, además del aporte técnico y científico a la discusión, obtener el grado de Magíster en Ingeniería del prestigioso centro de investigación, por cuyas aulas han pasado 63 premios Nobel en las más variadas áreas de las ciencias exactas.
Es así que en septiembre de 2009 se emitió el informe final del grupo, el cual entregó decidores resultados.
LAS INCÓMODAS CONCLUSIONES DEL MIT
La investigación de las tesistas incluyó variados aspectos, entre ellos los impactos ambientales, de la seguridad y las posibles alternativas de generación de energía mediante la optimización de las represas ya existentes en el río Biobío y el avance en renovables no convencionales. Además, su relación con el calentamiento global.
En términos ambientales, las investigaciones determinaron que, producto de la sedimentación en el proyectado embalse Baker 1, el depósito y la erosión aguas abajo implicarían un gran impacto en riberas, vegetación y fauna.
Otro aspecto es que normalmente los proyectos de represas evitan calcular las emisiones de gases efecto invernadero, CO2 específicamente, e HidroAysén no fue la excepción. En este sentido el estudio determinó que la línea de transmisión constituiría cerca del 70 % del impacto en este ámbito, sugiriendo que para reducirlo sería una alternativa generar energía con fuentes más cercanas a su lugar de demanda. El cálculo realizado llega a un total de al menos 3 millones 770 mil toneladas de CO2 generadas por la construcción y operación de tales embalses, en tanto que la línea de transmisión hacia el norte produciría al menos 8 millones 959 mil toneladas. Estas estimaciones consideran sólo la construcción y transporte, la huella de carbono de los materiales utilizados y el cambio de uso de suelo (inundación, pérdida de sumideros y almacenaje producto de la deforestación).
En seguridad se analizaron los posibles cambios de temperatura por el efecto invernadero. Enfocándose en el lago Cachet 2 (protagonista de repentinos vaciamientos o GLOFs, por sus siglas en inglés), con una temperatura de entre 4º y 8º celsius en verano, la descarga máxima ha sido del rango de los 1.200 a 2.000 m3/seg. Con un futuro aumento de 3º el caudal podría aumentar en un máximo adicional de 500 m3/seg. En estas circunstancias la eventual rotura de la presa presenta un alto nivel de riesgo para la población que vive río abajo, siendo la situación más compleja la de Caleta Tortel.
Con relación a las alternativas, se concluyó que la operación de las hidroeléctricas en el Biobío está cerca del máximo de la energía posible de entregar. Sólo se podrían producir pequeñas ganancias (de un 3 a un 11 %) al tratar de optimizarlas. De todas formas, los estudios demostraron que la eficiencia energética y opciones de energía renovable son económicamente viables para Chile, alternativas que debieran ser enfatizadas y exploradas a futuro. Particularmente si Chile pretende un crecimiento económico bajo en carbono.
Para el coordinador de la Coalición Ciudadana por Aysén Reserva de Vida, Peter Hartmann, quien ha hecho un exhaustivo análisis de la información recogida, “es bastante increíble que tengan que venir a hacer estudios para constatar cosas que debiéramos verlas en nuestro propio país, con nuestras propias universidades, con nuestros propios centros de estudio y con nuestro propio Gobierno”. Puntualizó que “todos estos cuestionamientos constituyen una señal de alto riesgo para una inversión del tamaño que se pretende hacer acá”, la cual según las últimas estimaciones llegaría a los 3 mil 500 millones de dólares sólo para las represas.
EL QUE FINANCIA DECIDE QUÉ SE ESTUDIA
Un tema relevante de por qué varios de estos temas no fueron considerados en el EIA de HidroAysén, es la operativa del Sistema de Evaluación de Impacto Ambiental, donde es el propio proponente quien contrata, directamente, a los centros de estudios que elaboran tanto la línea base como los estudios de impacto ambiental de sus iniciativas. Incluso llegan, mediante términos de referencia, a definir qué se estudia y qué no, y qué se pone en el documento que se presenta a evaluación, y qué no.
Para los expertos, la intermediación entre financiamiento y términos de referencia es el quid del asunto. “Si quieres realizar un proyecto, entregas los fondos al Gobierno y éste contrata una consultora mediante una licitación. Y diferentes consultores compiten para hacer ese trabajo y se mantiene la independencia para todos quienes participan en el proceso” explica el profesor en Ecohidráulica de la Universidad de Idaho, Peter Goodwin (Ph.D. de la Universidad de Berkeley), quien participó a principios de 2009 en un seminario científico organizado por el Centro de Investigación en Ecosistemas de la Patagonia (CIEP) en Coyhaique. Hoy eso no ocurre en Chile, donde los estudios se restringen a lo que el proponente –y financista- decide. Nada más. Nada menos.
En este sentido, para el académico de Hidráulica e Hidrología de la Facultad de Ingeniería de Universidad de Concepción, Claudio Meier (doctor en Ecología de los Ríos), hoy en Chile se trabaja en construcción de represas con un sistema obsoleto. “En el sistema antiguo lo que tú haces, básicamente, es un ranking de los sitios sobre la base del retorno económico. Es decir, tienes un equipo de ingenieros que ve la factibilidad técnica y economistas la económica, que buscan las gargantas más angostas, con mayor caudal, para poder generar mayor energía. Y éste es un proyecto más rentable porque gastas menos hormigón y generas más electricidad” explica. El investigador agrega que cuando se escoge un sitio sólo por consideraciones técnicas y luego se entrega el proyecto a profesionales solicitándoles que “minimicen sus impactos, lo que se hace es una minimización ‘post mortem’, a posteriori, porque tú ya tomaste todas las decisiones importantes. Hay que hacer las cosas en forma moderna, con planificación, donde miras varios posibles lugares, los sometes a una evaluación ambiental y social preliminar dentro de un equipo multidisciplinario con participación ciudadana en esa etapa, y vas tomando las decisiones para resolver el problema fundamental que es de abastecimiento, no de ganar la mayor cantidad de dinero generando energía. Eso es un enfoque país de hacer las cosas”.
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